sábado, 18 de septiembre de 2010

La derrota de Lenin que salvó a Europa- Polonia 1920

El libro «Varsovia 1920» relata la fallida invasión de Lenin a Polonia y sus consecuencias en Europa

En 1939, cuando sus tropas marcharon sobre Polonia para apoyar a los alemanes, Stalin demostró que había aprendido la lección de 1919-1920. No intentaría atraer a los polacos al comunismo; su anterior experiencia le había dejado claro que no estaban predispuestos. Así que se dedicó a eliminar no sólo a nobles, sacerdotes y terratenientes, sino también a médicos, enfermeras, veterinarios, y en general a todo aquel que mostrara el menor signo de pensamiento independiente o incluso de curiosidad. Entre las docenas de cargos que implicaban la detención inmediata y la deportación, se incluía poseer una colección de sellos. Más de 1.500.000 personas quedaron atrapadas en esta fina red. Los oficiales del ejército, contra los que Stalin sentía un odio particular, fueron asesinados en los bosques de Katyn y otros puntos. Los soldados rasos y los civiles fueron deportados a gulags, donde murió la mayoría. A partir de 1945, hizo todo lo posible por extender los mismos principios al resto de Polonia.
Resulta ocioso especular sobre lo diferentes que podrían haber sido las cosas en Rusia si se hubiera negociado algún tipo de paz a comienzos de 1919 y se hubiera evitado la guerra. Sería igualmente vano, aunque fascinante, intentar extrapolar las consecuencias de una victoria rusa en Varsovia en 1920: Polonia y los Estados del Báltico se habrían convertido en repúblicas soviéticas, seguramente seguidas de Checoslovaquia, Hungría y Rumanía, y muy probablemente de Alemania, mientras que el resto de Europa se habría visto profundamente afectado. Nadie sabe si esto habría desembocado en la revolución mundial o en una cruzada internacional para destruir a la Rusia soviética, pero algunas de las consecuencias de esa guerra están ahí para quien quiera verlas. Los acontecimientos de 1919-1920 no sólo modificaron las actitudes en Rusia y Polonia, sino en toda la región e incluso el mundo.
Imperialismo ruso
Confirmaron la opinión de que Rusia sería siempre una potencia imperialista y una amenaza para sus vecinos, quienquiera que estuviera al timón. Apuntalaron la convicción derechista de que el socialismo jamás sería una fuerza benéfica en el campo de la política. Favoreció cierta desconfianza hacia la democracia e hizo que muchos prefiriesen gobiernos encabezados por «hombres fuertes», incluso al precio de algo de libertad personal. Los beneficiarios directos fueron Mussolini, el almirante Horthy, el general Franco, Salazar y Hitler, por no mencionar a otros líderes menos evidentemente dictatoriales. E incluso cuando no existía rastro de amenaza directa, como en las democracias maduras de Gran Bretaña y Estados Unidos, el miedo al «peligro rojo» ejerció una poderosa influencia. Como consecuencia de la presencia en Varsovia del cardenal Achille Ratti en 1920, el anticomunismo sería una de las principales consideraciones de la política vaticana, tanto durante su última nunciatura en Alemania como durante su reinado como papa Pío XI.
El antisemitismo
Una de las secuelas más dignas de mención de los acontecimientos de 1919-1920, que se hizo sentir en mayor o menor medida en todo el mundo, fue que contribuyeron a transformar el antisemitismo residual de la mayoría de los europeos en un factor político, e inyectaron una rica mezcla de nutrientes a las florecientes fantasías sobre los complots judeo-masónicos para destruir la civilización cristiana. El hecho de que hubiera judíos en posiciones prominentes en el aparato soviético, de que el efímero régimen comunista de Hungría hubiera estado encabezado por un judío, de que hubiese judíos en el PolRevKom, de que muchos judíos que vivían en Bielorrusia, Ucrania y Polonia diesen la bienvenida al Ejército Rojo, y de que fueran judíos muchos intelectuales de Occidente que tomaron partido por el comunismo, vinculó ineludiblemente a todos los judíos con el comunismo. Y eso a pesar del gran número de ellos que había huido al aproximarse el Ejército Rojo, que habían sido masacrados por éste o habían luchado en su contra.
Por las mismas razones, sociedades como la polaca eran propensas a considerar a los judíos traidores a la nación, aunque miles de judíos habían luchado valerosamente en las filas del ejército polaco (...).
Estos prejuicios y actitudes sobrevivieron en muchos países, y contribuyeron en buena medida a los horrores de las décadas siguientes. También en la Rusia soviética, donde los judíos eran considerados, en el mejor de los casos, poco dignos de confianza y, con mayor frecuencia, agentes de un complot capitalista mundial o trotskista para derribar al régimen soviético.
Asimismo, la guerra de 1920 nubló la percepción de los militares en todo el mundo. El posterior debate estuvo repleto de supuestos erróneos, y consiguientemente de deducciones aún más erróneas. Los participantes y observadores se apresuraban a justificar, excusar y acusar. Tujachevski (comandante del frente occidental soviético) adjudicó la responsabilidad del desastre a la falta de coordinación entre los frentes y a la mala suerte.
Inferioridad numérica
Otros comandantes rusos esgrimieron la inferioridad numérica y de equipamiento. Sólo unos pocos, como Putna y Serguéiev, culparon a Tujachevski por su incapacidad para concentrar las fuerzas en los puntos adecuados, además de haber asumido que las condiciones en Polonia serían las mismas de la guerra civil en Rusia (...). Se hicieron pocos esfuerzos por analizar la campaña o aprender algo de ella. El general Radcliffe, testigo presencial, la desdeñó como «una guerra del siglo XVIII». Dado el momento en que tuvo lugar, justo después de la Gran Guerra, con sus trincheras estáticas, ejércitos de millones y pesadas concentraciones de potencia de fuego, esta campaña no podía por menos que destacar por su movilidad. La acción había estado encabezada por grandes cuerpos de caballería, que habían llevado a cabo profundos ataques por los flancos, mientras que los tanques y los aviones no habían tenido impacto alguno.
Todo esto fue aprovechado por los soldados de caballería, que estaban siendo desplazados, y los tradicionalistas de todo el mundo para argumentar que la caballería jugaba todavía un papel esencial. Sólo un puñado llegó a la conclusión de que las campañas del futuro consistirían en ataques profundos y movimientos en tenaza realizados por una nueva generación de vehículos acorazados (...).
Muchos extrajeron lecciones equivocadas de la contienda de 1920 –los polacos depositaban demasiada fe en la moral y la instrucción militar, y los rusos en la superioridad numérica, cuando sería la superioridad del armamento la que marcaría la diferencia–, en ella se templaron algunos de los mejores comandantes de la Segunda Guerra Mundial. Además, contribuyó a la victoria aliada de un modo crucial: la atención que el ejército polaco prestó al control de las comunicaciones por radio hizo que a partir de la década de 1920 se interesara por el uso de la máquina de encriptación «Enigma». Esto fue el origen de Bletchley Park, la instalación donde los códigos alemanes eran exhaustivamente descifrados, permitiendo a los aliados conocer las órdenes de la mayor parte del ejército, la marina y las fuerzas aéreas alemanas. Aunque la victoria polaca quedara pronto anulada por lo sucedido a partir de 1939, liberó a Europa oriental del comunismo durante dos décadas, que ofrecieron a esa parte del continente su primer atisbo de algún tipo de existencia democrática y civilizada. La experiencia no siempre fue edificante. Muchos países de la región siguieron los pasos de Italia, España y Alemania.
De Letonia a los Balcanes
No obstante, por imperfecta que pueda parecerle a un observador moderno, esa breve experiencia democrática permitió a los pueblos de un área que se extendía desde la Letonia actual hasta los Balcanes desarrollarse y expandir las instituciones y formas de la sociedad civil, con mayor éxito que el que se les ha atribuido en general. Superaron a democracias más antiguas como la francesa y la británica, por no mencionar a EEUU, en bienestar, viviendas sociales, emancipación femenina, educación pública y en otros muchos terrenos. Y fue esto, al fin y a la postre, lo que les permitió sobrevivir, desafiar y finalmente vencer tanto al fascismo como al comunismo. Los instintos democráticos y cívicos en esa parte de Europa hoy son en buena medida fruto de las dos décadas de libertad ganadas por Pilsudski y sus ejércitos en el Vístula en 1920.

Y LOS IZQUIERDISTAS NO DICEN NADA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario